Diferencia entre revisiones de «Escritos de Abd al-Hazir/Tristram Cathedral»

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'''Tristram Cathedral''', traducido como '''Catedral de Tristrán''', es el número de entrada 017 de los [[Escritos de Abd al-Hazir]].
'''Tristram Cathedral''', traducido como '''Catedral de Tristrán''', es el número de entrada 017 de los [[Escritos de Abd al-Hazir]], un relato corto publicado el 28 de junio de 2008<ref>http://eu.blizzard.com/diablo3/world/</ref>.


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Revisión actual - 21:35 21 feb 2012

Tristram Cathedral, traducido como Catedral de Tristrán, es el número de entrada 017 de los Escritos de Abd al-Hazir, un relato corto publicado el 28 de junio de 2008[1].

Texto

Tras ver con mis propios ojos los restos de Tristán, sentí la necesidad de buscar más información sobre lo que había en los pasillos y mazmorras debajo de la vieja catedral que tanta mística albergaba.

Originalmente se construyó como un monasterio Horádrico alrededor del 912 (ver mis entradas pertenecientes a las tradiciones místicas antiguas para obtener más información sobre la secreta orden Horádrica). Con posterioridad convirtieron el edificio en una catedral Zakarum. La leyenda dice que el monasterio original se construyó sobre una cripta donde el mítico Diablo estaba preso y que su supuesta liberación originó los horrores que ahora todos asociamos con Tristán.

Para arrojar luz sobre los muchos misterios de la antigua catedral, busqué a un viejo aventurero que se había adentrado en sus antiguos pasillos, que según se decía llevaban a los mismísimos Infiernos.

"Todos hemos oído hablar de los extraños sucesos de Tristán, pero hemos venido atraídos por la posibilidad de hacernos con algo del botín que dicen que sacan con carros". Hizo una pausa pensativo durante un momento y se rascó el muñón del brazo izquierdo que una vez tuvo. "Siempre resulta extraño que, donde más tesoros hay, es donde los monstruos dan guerra. ¿Por qué no puede haber un botín en condiciones en un lugar seguro?" Obviamente estaba intentando aliviar su tensión dándole poca importancia a todo el asunto.

"Cuando llegamos a Tristán, nos tomamos nuestro tiempo antes de meternos en la catedral. La ciudad tenía una bonita posada si recuerdo bien. Es cierto que había algo maligno que emanaba de aquella vieja iglesia: se podía sentir. Ahora, mis compañeros y yo no queríamos admitir que teníamos miedo, así que cuando se nos acabaron las excusas para escaquearnos, nos adentramos. Y déjame decirte que nunca había olido a muerte como en aquel sitio. Una vez dentro, nos atacaron los muertos vivientes". Hizo una pausa para ver si me reía incrédulo de lo que acababa de contar.

Como no lo hice, continuó. "Eso, muertos vivientes. Me he enfrentado a los muertos vivientes varias veces, pero nunca te acostumbras. Piensas que estás preparado, pero tienes algo clavado en el estómago, esa horrible sensación. Se te llenan las manos de sudor, y te cuesta empuñar la espada... te planteas tu cordura por haber bajado para enfrentarte a algo así. Y el hedor es inimaginable. Pero salíamos del apuro, había empezado a llegar al otro extremo, en el que mitigas esa inestable sensación y la usas para impulsarte".

En este justo momento su estado de ánimo se ensombreció perceptiblemente. Me acerqué un poco más para no perderme ni un detalle.

"Entonces todo empezó a ir mal. Empezamos a encontrarnos con esas, esas cosas... oscuras... diablillos o demonios... o caídos, me parece que se llaman así. Había tantos, eran todo cuernos y ráfagas rojas, nos atacaban desde todos los flancos. No creo que nunca se pueda estar preparado para una cosa así. Nos desorientamos, lo cual era fácil con tanta oscuridad...

"Y entonces escuchamos aquella... aquella horrorosa voz que solo puedo describir como el sonido de una sierra atravesando huesos.

"Ni me acuerdo de lo que decía. Estaba tan aterrorizado que no creo que pudiera entenderlo, pero continuó repitiéndolo, una y otra vez". El aventurero se estremeció con el recuerdo.

"Era aquella cosa hinchada... y... y había sangre y cadáveres, cada vez que me giraba me encontraba un horror nuevo. Y, de repente, se abalanzó sobre nosotros. No podíamos librarnos de él. Jeremy cayó primero y entonces salí corriendo. Lo confieso: salí corriendo y dejé que mis compañeros murieran. No podía enfrentarme a aquella cosa. Era demasiado horrible. Me dio de refilón cuando huía, pero solo eso bastó para cortarme casi todo el brazo de un tajo. Tuve que dejarle a un sanador el resto del trabajo..."

Entonces se quedó callado, absorto en los remordimientos que haya soportado hasta el día de hoy.[2]

Referencias


v · d · e Escritos de Abd al-Hazir
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