El Gran Templo de la Tríade fue una vez la sede del culto de la Tríade, donde residía y lideraba el Primus. Situado en Kehjistan, y a dos días de viaje desde la capital del país. Era un edificio triangular extenso con tres torres altas, cada una situada en uno de los puntos. Los pináculos mismos tenían tres lados con cada rostro marcado por una de las órdenes sagradas. Ventanas triangulares alineaban las torres de abajo hacia arriba. Se puede llegar a la entrada subiendo tres niveles, cada uno de los cuales consta de treinta y tres escalones. Hubo que pasar tres puertas de bronce para poder entrar al interior del templo. El Primus tenía su propio santuario dentro de la estructura.
Los adoradores fueron naturalmente recibidos en el interior por gloriosas efigies de los tres espíritus rectores:
- Bala se alzaba a la izquierda, la figura andrógina vestida con la túnica de su orden. En las manos de Bala había un martillo místico y una bolsa, que según los clérigos contenía la semilla de toda la vida; la semilla de la creación. Tanto la naturaleza como los triunfos arquitectónicos de la humanidad estuvieron bajo los auspicios de este espíritu.
- Dialon se situaba hacia la derecha, la estatua de mármol se parecía mucho a la primera, salvo que esta figura sostenía contra su pecho las Tablas del Orden. Dialon trajo un propósito a la Humanidad y las tablas enseñaron cómo lograr la bienaventuranza. Al igual que con Bala, los seguidores de Dialon vestían los colores asociados con aquellos que siguen los principios de la determinación.
- Mefis estaba de pie en el centro que no llevaba nada más que ahuecar sus manos como si acunara al más tierno de los bebés. Sin Amor, la Creación y la Determinación no podrían prosperar, o eso predicaba el Primus, quien se rumoreaba que fuera el hijo directo de Mefis.
Debajo de cada uno de las estatuas gigantes, otra puerta de bronce daba paso a las grandes cámaras de las distintas órdenes. Los peregrinos y novicios que encontraran a uno preferible al otro entraban por estos y escuchaban las palabras de ese sumo sacerdote en particular. Los Guardianes de la Paz, guardias encapuchados en cuero que llevaban los símbolos de las tres órdenes en el pecho, guiaban a los recién llegados a su elección más probable. Dentro de cada cámara, varios cientos podían arrodillarse en oración al mismo tiempo.
Y cuando el mismo Primus hacía acto de presencia, los muros entre los tres órdenes se deslizaron hacia nichos ocultos para que todos pudieran disfrutar de la noble presencia del Gran Sacerdote. Sobre un estrado elevado ante sus seguidores, el líder de la Tríade presentaría la palabra de los Tres.